La revista Nuevos Aires, fundada y dirigida por Vicente Battista y Mario Goloboff entre 1970 y 1973, contiene un artículo de Germán García, en su edición número 10, que se titula El frasquito: una novela familiar, y es el comentario de la novela de iniciación de Luis Gusmán.
No es, sin embargo, el comentario de la novela en sí lo que nos interesa, sino el fugaz y riguroso resumen que Germán García aprieta, en los primeros párrafos del texto, a cerca de la cuestión de la novela familiar y la constitución del sujeto.
Se lee ahí: “la novela familiar es la gramática de las fantasías. En sus escenas el sujeto no se encuentra con el objeto de su deseo, sino que él mismo está prendado -como parte de la escena- sin que se le pueda asignar un lugar preciso. En la frase de cada fantasía, ya que el deseo no es el surgimiento de una pulsión, operan las defensas[…]estas defensas son inherentes al deseo, en tanto éste se constituye como prohibido; el sujeto se estructura en las fantasías, es decir en una configuración de representantes de sus deseos inconscientes” (García, G. 1973, p. 79).
Y luego agrega: “las fantasías toman su materialidad de los residuos de las cosas vistas y oídas (por lo tanto, de una prehistoria familiar que se transmite como relato significante, antes de que se le pueda otorgar un significado): las teorías sexuales infantiles elaboran, según las líneas de fuerza del deseo, el mito que el sujeto sustentará como verdad, el mito que lo soporta en tanto que sujeto” (García, G. 1973, p. 79).
Señalemos:
- El sujeto no se sitúa en su fantasía, pende de ellas. Lacan, cuando desanda la elaboración freudiana del fantasma Pegan a un niño, señala que no es el sujeto quien pega, y le designa, de manera menos categórica que Germán García, el lugar del mero espectador: prendado por lo visto.
- La gramática de las fantasías nos introduce de inmediato en la dimensión del deseo – articulado, mas no articulable- y esto porque el deseo no es la expresión de una pulsión cruda; y en el mismo envión, topamos con las defensas como respuesta al deseo en tanto que deseo prohibido.
- Las teorías sexuales producirán, por el surco abierto a partir del deseo, la verdad que el sujeto soporta (o insoporta) como mito individual.
Esto da la idea del sujeto como producto de lo que se elabora en el lugar del gran Otro, un sujeto como efecto del andamiaje significante, legado del relato de la novela familiar.
El epígrafe de Oliverio Girondo que abre el segundo capítulo de Nanina, da prueba de la ventaja del artista, ciñendo de manera oracular: La costumbre nos teje, diariamente, una telaraña en las pupilas. Poco a poco nos aprisiona la sintaxis, el diccionario” (García. G. 2012, p. 183).
La tragedia sin creencia
“En los tiempos de la gran época del teatro griego, la tragedia representa la relación del hombre con la palabra en tanto que esta relación lo atrapa en su fatalidad”. (Lacan, J. 1957-58, p. 269).
¿Cómo concebir el relato de la historia personal, desmarcado de la tendencia al dramatismo, el romanticismo o la cuota de melancolía a la que tiende (casi) ineludiblemente el recuerdo del pasado?
Adelanto la respuesta a esta pregunta: Nanina como obra.
Cito algunos extractos al pasar, para dar testimonio de ello, las pruebas abundan en la novela, pero elijo los que más me gustan:
“Yo no quiero estar solo- dije en algún momento, pero no es un destino que siempre de regreso, por la noche, la pieza está sola”. (García, G. 2012, p. 265)
Leamos con precisión. Hay que acentuar el no, puesto que, si se elude esta negación, la frase – como es consabido- troca su sentido por lo exactamente inverso: “no es un destino que siempre de regreso[…]la pieza está sola”. Pero el acento se desplaza entonces, y la primera parte de la oración cobra fuerza por retroacción, una fuerza que se diluye: el sentido fatalista del “Yo no quiero estar solo”, apaga su sed, se evapora. ¡Que herejía!
Veamos otro pasaje: “Es la mirada de Dios la que nos marca el destino…el pecado si hay alguno, no es haber caído de Dios, sino haber caído precisamente en él, su caprichosa mónada”. (García, G. 2012, p. 252)
La mirada de Dios, que fija el destino, permuta su sentido por la continuación de la segunda parte de la oración: el pecado no es haber caído de Dios, sino haber caído en él. Así, Germán García, priva el sinthome de su madaquinismo, como dice Lacan respecto de Joyce (Lacan, J. 1975-76, p. 15).
Una última entrada, que es un deleite: “Soy ya un adulto hasta la última forma de mis ojos y mi cara. Un adulto joven, juvenil, con un por-venir, una tragedia sin mañana. La tragedia -pensé- es una pavada. Lo único trágico es creer en la posibilidad de la tragedia. No hay tragedia, no hay nada” (García, G. 2012, p. 46).
El narrador de esta historia es un lector que recuerda. El pasado es cortado por esa operación de lectura. La memoria, la novela familiar, se deshacen en el artificio recreador: entonces, la tragedia se reduce a la posibilidad de su creencia.
¿Qué es Nanina?
Comentando la idea de este texto con el comité de redacción de Sinthoma y Cultura, se me recordaba que destino es el anagrama de sentido. Sentido y destino se llevan bien. Este emparejamiento, podría ser otra definición del goce-sentido: un sentido cuya significación, es un destino fijado a fuego. La gramática formateada de las fantasías.
A lo largo del relato de la obra, el narrador se vale de un artificio contra la telaraña prefigurada de su destino: un objeto extraño, refractario a los significados. Una invención que hacer estallar el sentido aparente de lo que allí se relata. A cada vuelta de página se halla una definición distinta de lo que es Nanina, de modo que el sentido nunca está asegurado, pues éste se reformula, a partir de su presencia, que tiñe con su extrañeza el resto de la historia.
Esto da al texto la tonalidad por la que el fiscal argumenta su censura, esa “obscenidad gratuita”: que el texto divaga. No es un texto sobre el divagar, es un texto divagante. En realidad, se trata del efecto Nanina: no hay coordenadas espaciales ni temporales, sino transgresión lingüística.
Habría que señalar, por aproximación, que Nanina está hecho de la carne de lo vivo: “Sin embargo Nanina, en ciertas tardes donde debe intervenir el tiempo y ninguna otra cosa, vuelve a ser el centro de nuestra libertad. Vuelve a ser sol vivo, sol terrestre, sol con patas y caminos recorribles” (García, G. 2012, p. 275).
El artesano de pasados
Hacia el final de la novela, precisamente en la página 276, me sorprendió un pasaje, por las múltiples resonancias de las que podemos hacernos destinatarios como lectores del CEL*:
“Pero la conspiración de los pasados me hace apoyar, en un momento que Glucolín duerme, en la ventana y mirando y fumando me recuerdo adolescente. Joven solitario y más liviano que un caballo, sin más destino que el largo de cada paso. Hago como los viejos: recuerdo. No hay prostíbulo en mi memoria. Joven de otra generación. Hay algunos recuerdos sueltos, algunas caminatas y siempre una idea al límite recubierta de mil formas. Nada de lo dado justifica su donación. Hay que sacar jugo de las naranjas abandonadas, las que se venden en los mercados están falladas de antemano. Hay que encontrar cocos y frutos dulces en los baños más sucios, en los meaderos más hediondos. Inventar una a una las puertas del lugar en que se vive: volver al artesano de pasados, al ilustre hombre manual de las derrotas. Otro pasado, otro tiempo tallado en nuestras manos: ¿o es verdad que todo ha sucedido y, sin embargo nada fue hecho por nosotros?”. (García, G. 2012, p. 276)
Como no hay Otro del Otro que lleve a cabo el juicio final del sentido, existe la chance del arte del que se es capaz como valor notable: nada de los que nos fue dado justifica su donación.
El bricoleur (artesano de pasados, ilustre hombre manual) es aquel capaz de hacer una ciencia de lo concreto: Es el saber constituido por indicaciones parciales de cosas que se van organizando en un saber concreto, sin método previo. (García. G. 2000, p. 158)
El autor, herético, no se deja embaucar por las sublimaciones disponibles en la tienda de accesorios: lo verdadero, lo bueno, lo bello. Reclama otro pasado, otro tiempo tallado por sus manos. Así, toma partido por el sinthome-rueda-cuando-te-empujo.
*Curso de Estudios Lacanianos del Programa El Psicoanálisis en la Cultura. CIEC.
García, G. (1973) El frasquito: una novela familiar. En Nuevos Aires N°10 (pp. 79-86), Buenos Aires. Recuperado de http://www.descartes.org.ar/germangarcia/t14.html.
García, G. (1979) Nanina diez años después. En revista Nova, Año II N° 4 (pp. 10-11), Buenos Aires. Recuperado de http://www.descartes.org.ar/germangarcia/page248.html.
García, G. (2012) Nanina. Buenos Aires. Ed. Fondo de cultura económica.
García, G. (2000) D’escolar. Buenos Aires. Ed. Atuel – Anáfora.
Lacan, G. (1957-58) Seminario 5. Las formaciones del inconsciente. Buenos Aires. Ed. Paidós.
Lacan, J. (1973-74) Seminario 23. El Sinthome. Buenos Aires. Ed. Paidós.