El viernes 24 de noviembre, a las 19:00hs, se presentará el libro de César Mazza: Pasajes de escritura. De lo privado a lo público, en El espejo libros con la presencia de su autor. Lo acompañarán el escritor Daniel Vera y el psicoanalista Hernán Brizio.
Los esperamos!
Prólogo
Miquel Bassols
Un café, una librería, un café-librería también, un banco en una plaza —es una mañana soleada y algunos chicos están jugando—, una biblioteca, la sala plenaria de un Palacio de Congresos, el Hall de un Hotel, una farmacia, la sala de redacción de una revista —los papeles se amontonan en desorden sobre la mesa—, el aula de una Universidad, la sala llena de una Escuela de psicoanálisis —hoy hablan sobre el deseo, el goce y la letra—, un payaso y una bailarina, una calle desierta a las cuatro de la madrugada, otra llena de gente deambulando bajo la lluvia, un funambulista se ha colado ahora entre el payaso y la bailarina, alguien recita un poema de Mallarmé, alguien más lee en voz baja una página de Witold Gombrowicz, otra de Macedonio Fernández…
Lo interesante es que todo esto puede suceder en una ciudad cualquiera —Buenos Aires, Barcelona, París, Córdoba—, pero solo a condición de que sea la ciudad del psicoanálisis, atravesada por ese inconsciente estructurado como un lenguaje que Jacques Lacan supo elucidar a través de las lenguas. Y quien nos acompaña en el paseo —pasaje de escritura, lo llama— es el autor de estas páginas, el psicoanalista César Mazza, que comparte conmigo una misma experiencia en la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Vivimos en ciudades distintas, nos habitan lenguas distintas, y tenemos una misma orientación en nuestro trabajo siguiendo la enseñanza de Jacques Lacan, una enseñanza deletreada pacientemente por Jacques- Alain Miller. Entendemos este trabajo como una transferencia, un amor al saber del inconsciente que no se deja ordenar en ningún sistema, en ninguna propedéutica programada. Es un trabajo que quiere seguir de la manera más rigurosa posible la lógica del síntoma en sus extrañas formas de satisfacción. De ahí su potencia para interpretar al sujeto de nuestro tiempo, para seguir «una política del síntoma».
Y es que César y yo compartimos también una amistad común —nada común a la vez, más bien única—, la del psicoanalista y escritor Germán García que hizo de esa «política del síntoma» un modo de vivir, tan singular como incomparable. Los dos le debemos un rasgo de estilo, una manera de tejer y destejer la palabra escrita, que fue también, como el lector verá, el nombre de una revista.
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¿Supone la política del síntoma, la que orienta estas páginas, una identidad entre psicoanálisis y literatura? En absoluto. Tal como César Mazza nos indica en un momento: «La continuidad entre la vida y la obra, y la obra continuándose en la vida que sobrevive al autor, podría ser la afinidad más intensa entre dos discursos que nada tienen en común, la literatura y el psicoanálisis.» Afinidad no es identidad. Del mismo modo, ninguna obra es ilustración afín de la vida de un autor que, por eso mismo, no existe como tal, no existe como idéntico a sí mismo. En la experiencia analítica, uno se hace más bien personaje del relato que construye con una palabra dicha a alguien, un analista, que acompaña a ese uno para saber interpretarla. Que el único instrumento para ello sea «la instancia de la letra en el inconsciente», como Lacan tituló uno de sus escritos, no hace del analizante un literato, tampoco un autor. Si hay autor, como en un sueño, ese solo puede ser el inconsciente, el discurso del Otro.
No es menos cierto entonces que, siguiendo la enseñanza de Lacan, la literatura misma vira, da un giro, hacia lo que él llamó con un neologismo: Lituratierra, una práctica de la letra que converge con el uso del inconsciente. Lituratierra transforma el significante literatura, y también la literatura misma, en un juego de palabras que se sostiene en la letra, una letra que se escribe en la palabra dicha sin necesidad de trasladarla a una grafía. Porque esa palabra tiene, a partir del descubrimiento freudiano del inconsciente, una geografía propia, una caligrafía tan singular como lo es la letra de cada ser que habla. Y ello quiere decir también que, cuando hablamos una lengua -sea la que sea- hay una letra y un saber que se escriben sin saberlo, sin saberlo quien habla, sin saberlo la letra misma que se escribe en la palabra dicha. Hasta que llegamos a leerla por una interpretación igualmente singular. Hasta que llegamos, siguiendo este viraje, a otra tierra. Lituratierra ese este viaje de la letra. El lector encontrará varios ejemplos de ello en estas páginas, tejidas con un hilo que viene de varios insignes «ilegibles»: James Joyce, Macedonio Fernández, Virgilio Piñera, el propio Germán García… Y el tejido sigue.
No queda entonces otra posibilidad que «escribir como si uno fuera otro», tal como nos dice César Mazza en estas páginas. O bien, dicho de otra manera, escribir para hacerse Otro para sí mismo, siguiendo con la fórmula que Lacan inventó a propósito de la posición femenina. El pasaje que hay que hacer para que este recorrido no quede en el solipsismo de uno solo, es también el pasaje de un análisis hasta su término, siempre finito e infinito a la vez. Y es necesario hacerlo saber, hacerlo pasar de lo privado a lo público, transformarlo en un saber que sea legible para los discursos de nuestra época.
No es nada fácil, y este libro apuesta decididamente por ello.
Su última frase —conviene leerla la última, sin saltarse ninguna de las anteriores— le dirá al lector la lógica que habrá hecho al recorrer sus páginas de la mano de su autor, el sujeto del inconsciente como guía, en este pasaje de lo privado a lo público. El paisaje que encontrará vale la pena.
Entonces, si usted, estimado lector, está dispuesto a tirar los dados, puede ya girar esta página y empezar con las siguientes.
Barcelona, marzo de 2023