Algunas notas sobre escrita
Para Pilar
“Al fin y al cabo, tienen que ponerse a leer ciertos autores –no diría autores actuales, no les pido que lean Philippe Sollers, que es ilegible, como yo (…)”
Jacques Lacan
“Pasarán las generaciones de lectores de vidriera y nadie comprará”
Macedonio Fernández
1 – escri(p)ta o dejar de escribir en el agua
Once años antes de la aparición del primer número de escrita, Córdoba fue el escenario de la rebelión popular denominada Cordobazo en mayo del ‘69. Esa palabra con su sufijo aumentativo designa un lugar más allá de la geografía, un topos inédito donde lo local se emplaza en una dimensión discursiva de carácter universal. Un acontecimiento insoslayable cuyas esquirlas marcaron no sólo la trama cultural de la ciudad sino también la historia política del país.
Cuando sale a la luz la revista en agosto del `80 todavía estaba en plena vigencia el régimen de la dictadura militar[1]. Esta localización permite divisar y extraer algunos santo y señas del lugar de enunciación de escrita. Sin embargo, la postura simplona que explica una obra como reflejo de un contexto, de una realidad, conlleva solo a imponer a los actores una forma transparente e inequívoca. No, la cuestión del reflejo ya fue saldada por Macedonio Fernández y por Theodor Adorno. Se debe, en cambio, analizar la forma en que los autores se posicionaron y sobrevivieron con las únicas armas que tenían en su inclaudicable singularidad: la escritura y la publicación.
Al dar vuelta la tapa del primer número se halla dibujada una llave antigua a la manera de emblema. Con ella se entra a la lectura en la Nota editorial:
“Como todo lenguaje es equívoco y hay las palabras dentro de las palabras, el significante cri(p)ta alojado en escri(p)ta nos dice desde su raíz griega algo que se esconde o está oculto. No obstante es visible e inocultablemente audible. A no dudarlo, es en ese ocultamiento donde opera una lógica que abre un juego de las apariencias en el cual los secretos consisten en no tener ningún secreto. Detrás de la máscara, otra máscara, escribe Nietzsche” (Oviedo, Antonio “Nota”, escrita 1. Ed. Escrita, Córdoba 1980)
Esta llave que abre el juego apuesta a una escritura que se muestra ocultándose y a una voz que sólo se hace audible en lo que callan las palabras. El lector debe, por lo tanto, entrar poniendo algo de su parte. Primero, deponiendo sus armas -su saber prevenido- y luego ubicando los significantes amos del texto. Una vez identificados, el lector podrá usarlos para convertirse en destinatario:
“Afirmar, ahora, que escrita ya no ‘está escrita en el agua…’ (la expresión popular tal vez no consienta que hay ironías bien intencionadas) es anunciar el movimiento de un deseo buscando aquello que lo aplaza sin cesar” (Op.Cit.)
¿Cuál es la inversión que la expresión popular no consentirá? La publicación de escrita le dará otra vuelta a este refrán, porque al aparecer dejará de estar sin cuerpo, dejará de estar en el agua. Escribir en el agua es eludir una localización. Una cobardía que la expresión irónica no perdona. Pero no es el caso de escrita. Se puede conjeturar que esa discreta existencia acuática previa al nacimiento se debe a una forzada resistencia incorpórea. Pasar al papel años antes le habría costado literalmente la vida. Me refiero a la persecución, destrucción y asesinato de autores y editores durante la dictadura, como la de Alberto Burnichon ocurrida la madrugada del 24 de marzo del ’76, quién publicara el primer libro de Oviedo[2]. El fuego no se detuvo en abril. El jefe del III Cuerpo de Ejército, Luciano Benjamin Menéndez, ordena la quema de libros y revistas considerados material peligroso y subversivo[3].
En este contexto, la línea editorial de escrita se talla en la tradición de los textos cifrados, un arte de escritura estudiada por Alexandre Kojève[4] y por Leo Strauss:
“La persecución, entonces, da origen a una peculiar técnica de escritura y, con ello, a un peculiar tipo de literatura, en la cual la verdad acerca de todos las cosas fundamentales se presenta exclusivamente entre líneas” (Strauss, Leo La persecución y el arte de escribir. Ed. Amorrortu, Bs.As. 2008).
Strauss es un autor clave en Jacques Lacan[5], quien lo cita en un artículo de los Écrits, encuentra en sus estudios sobre la escritura la capacidad de rodear los obstáculos de la censura social. En el artificio de Strauss existe una connaturalidad que liga el arte de escribir cifrado con el efecto de la verdad sobre el deseo.
Este tipo de escritura no se dirige a todos los lectores sino sólo al confiable, inteligente y desclasificado. Un lector en perpetuo movimiento, por venir, no marcado por las significaciones habituales de cada campo. Cuenta además con la ventaja de la comunicación privada sin quedarse sólo en las relaciones del escritor. A su vez, disfruta de la comunicación pública sin padecer de su desventaja: la pena capital para el autor.
Su técnica es claramente metafórica[6] puesto que el intento de volcar su significado en un lenguaje directo conduce a develar la terra incógnita.
Strauss resalta en ella el empleo de personajes desacreditados como portavoz de una verdad:
“Habría pues una buena razón para que en los más grandes ejemplos de la literatura del pasado halláramos tantos diablos, locos, pordioseros, sofistas, borrachos, epicúreos y bufones interesantes” (Op. Cit., p.46).
Este portavoz se presenta en escrita con la figura del “idiota” en el texto de Germán García:
“El idiota no calla, sino que dice lo que se le ocurre de cualquier cosa: esa es la ‘humanidad primera’ que Vico imaginaba arrastrada por los efectos poéticos del lenguaje” (“Gombrowicz: cómico de la lengua” en escrita 1).
García dirá que el héroe irrisorio de nuestro tiempo es “levantado como bandera en agitaciones extrañas. Gombrowicz lo somete a la lógica de las partes, sin responder con el conocimiento: cultiva una sabia estupidez” (Op. Cit.). Pero esta bandera[7] ya no es emblema de ningún ideal. Hecho y desecho en un oxímoron, el héroe no se deja engañar por las palabras y encuentra su causa en la lógica de los fragmentos. No cree en la entrega sacrificial. Busca despertar, invertir en alguna intriga pública las culpas privadas de los desprevenidos. Al mismo tiempo, persigue en la dispersión de los efectos una salida a la fascinación de la causa[8].
¿Cuál es el lugar del escritor, del lector y de la literatura en estas agitaciones extrañas?
“Ferdydurke es un infierno. Allí la risa priva hasta del goce de escribir. Quiero decir, no se puede escribir como Gombrowicz. Se corre el riesgo de enmudecer, de congelarse en el fuego de la risa. Se corre el riesgo de que esa genial estupidez disuelva cualquier ‘aliento narrativo’” (García, Germán Op. Cit.)
La obra producto de la escritura cifrada no enseña nada. En el mejor de los casos, produce una risa vacía, una falsa alarma, un discurso sin tema. La literatura se deshace en la risa; pero no hay seriedad que haga literatura. El autor sin duda se divierte porque el “idiota” sólo sabe una cosa: “lo serio del hombre es que se encuentra cifrado como un chiste” (García, Germán Op. Cit.).
La Nota editorial de escrita elude los programas de trabajo y los manifiestos. Adquiere la forma de un relato donde las referencias conceptuales se funden en el trazo personal del firmante. Testimonia el acto de una conversación en la que Germán García[9] precipita el nombre y la publicación:
“En una de esas pausas que inevitablemente hacen a la conversación se presentó el nombre para una revista. (…) Germán García, que estaba presente y había advertido desde el comienzo (tal como nosotros lo demostraríamos más tarde) el aplazamiento casi invencible que suele alimentar la aparición de una publicación, sugirió -y de esta sugerencia no podemos excluirnos pues ella también se abría paso en nuestras palabras- que podía llamarse escrita” (Op. Cit.).
¿De dónde viene la palabra escrita? La escena de la conversación interrumpida es el dispositivo, como en la tradición filosófica, donde el diálogo es capaz de encender el logos. La palabra viene de la experiencia de Literal[10] y de la presencia de García en la enseñanza del psicoanálisis lacaniano en Córdoba a mediados de los ’70[11]. Tal vez por eso, cuesta creer que el escenario de esta conversación en el bar del Hotel D* responda a un mero azar. Los supuestos locales se vuelven ahora visitantes de su propia tierra. Inédita combinatoria donde los convidados se transforman en recién llegados. Ellos no se ponen a mostrar postales o a vender copias de segunda mano, sino que instalan en la ciudad una nueva conversación. Es ésta la diferencia entre aquellos que sólo importaron a La cañada ideas parisinas y quienes supieron apropiarse de un discurso.
En la intemperie mediterránea de entonces escrita se instala como una conversación insoslayable. Sin embargo, su singular manera de ubicarse en el discurso del psicoanálisis no terminará en una sólida pertenencia societaria.
“Un libro no llega solo, sino que es el mensaje que alguien nos trasmite: este mediador suele convertirse en parte del libro.” (García, Germán “Gombrowicz: cómico de la lengua”, escrita 1).
Es el mediador, entonces, quien instaura la referencia, un proceder que tomará la forma de transferencia en el sentido analítico. Germán García es el médium (extranjero y cercano a la vez) por el que el texto y la cita de Jacques Lacan llegan a escrita.
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Jacques Lacan, una cita ilegible.
“El mundo sólo nos parece infinito porque nuestras palabras no ruedan más allá de él. Esa es la razón por la cual la nada es un bien pretencioso del ser, allí se ve en qué la alegría de una eternidad liberada puede proclamarse desde ahora en las fiestas de la desilusión ritmada, que por mayor facilidad se llamará pensamiento”
Philippe Sollers.
El psicoanálisis entró en Argentina como un visitante extranjero. En la ciudad de Córdoba primero fue una cita de avanzada en intelectuales que protagonizaron la Reforma Universitaria de 1918 (Arturo Capdevilla, Deodoro Roca y Juan Filloy). Luego una referencia teórica de la psiquiatría de la década del ’30 (S. Freud y J. Lacan son citados por Gregorio Bermann y Emilio Pizarro Crespo). También aparece tempranamente como práctica terapéutica de la psiquiatra Ignacia Aliaga Moyano.
Recién en las décadas del ’70 y del ‘80 se inicia en el movimiento de institucionalización que abarca desde los grupos de estudio hasta las primeras fundaciones. De las cuatro vías de ingreso de Lacan[12] a Córdoba, el nombre de Oscar Masotta se destaca por constituirse en un precedente fundamental de escrita. De forma imprevista, este recienvenido, irrumpe en la trama cultural de la ciudad con la publicación del artículo “Jacques Lacan o el inconsciente en los fundamentos de la filosofía” en la Revista Pasado y Presente (1965, año III, Nº 9).
Este artículo se constituye en una pieza importante en la inscripción de la referencia de Lacan en la Argentina. Masotta, teórico del pop-art, happenista, introductor de Lacan, vuelve a incursionar en octubre del ’66 con la conferencia “Qué es la vanguardia?” en el Primer Festival Argentino de Formas Contemporáneas[13].
En el ’78, la vía Masotta se precipita en una secuencia de fundación y refundación. Los testimonios y documentos indican que los alumnos y analizantes de Osvaldo Francheri terminan por desvincularse de A.P.A. (Asociación Psicoanalítica Argentina). El grupo toma la decisión de constituirse como la Escuela Freudiana de Córdoba. Todos los autores coinciden en que luego de un lapso de dos días pasan a denominarse Ateneo Psicoanalítico de Córdoba[14] (Enrique Torres -1995-, Raúl Giordano -1995- y María Esther Novotny de López -1996-, otros).
Finalmente, en 1980 se refunda la Escuela Freudiana de Córdoba con Germán García y Antonio Oviedo entre sus miembros. La novedad fue precedida por Fichas Freudianas (F/F, 1978), donde se encuentran dos textos de Jacques-Alain Miller: “Elogio de Lacan” (F/F-Nro. 3) y “U o no hay metalenguaje” (F/F-Nro.1)[15]. En ocasión de la refundación se organizan las Jornadas Oscar Masotta y se publica la revista “Conexiones del Psicoanálisis” dedicando su Nº 1 al tema de la formación del analista e incluyendo el acta de refundación de la Escuela.
Seguidamente sale a escena la Revista Conexiones del Psicoanálisis y en diciembre del ’81, la Revista del Ateneo Psicoanalítico. Eduardo Grüner rescatará la diferencia de escrita al afirmar su excentricidad, jugando con el equívoco de los términos: “¿cómo puede ser que esta publicación excéntrica venga del interior? Paradojas de un uso territorial de la lengua” (Grüner, Eduardo, escrita 2/3).
En el contexto de las primeras revistas lacanianas en Córdoba[16] escrita es una avis rara donde, como diría Masotta, todo es diferencia.
¿Cuál es la terra incógnita que se abre con la publicación de escrita? Es la tierra de un transnacionalismo activo, eximido de mimesis lingüística y de patéticos localismos. En ella se concreta una torsión topológica y lo más lejano se vuelve lo más próximo, permitiendo la irrupción de Jacques Lacan con un capítulo de su Seminario Encore[17]. Alejada de los círculos concéntricos del saber predigerido, la publicación se configura en un faro cuyos destellos alcanzan tanto al analista como al escritor y al crítico. De esta forma, Lacan se instaura como núcleo de referencias donde convergen no solamente su citación sino también su background. Tal es el caso de “Elogio de la casuística” de Philippe Sollers publicado originalmente en Tel Quel 77, “performativo-constativo” de J. L. Austin y el poema de John Donne “El éxtasis” traducido por E.L. Revol. Asimismo, hay una constelación de autores próximos a la enseñanza de Lacan tales como los de Roland Barthes, Jean Genet, Michel Leiris, Jukio Mishima e Yves Bonnefoy.
La cita de Jacques Lacan continúa a medida que avanzan los números de la revista, sumando a quienes confluyen en las profundidades del gusto: Celan, Kafka, Walser, Borges, Musil, junto con los poemas de Daniel Vera, Orlando D. Zapata, Oscar del Barco, J. P. Bishop y J. V. Foix traducido por Miquel Bassols.
Una parábola se dibuja con las citas de Lacan. La bisectriz asciende con los textos de García, Luis Gusmán, Daniel Sibony y Vicente Mattoni, y luego se sumerge en referencias implícitas. ¿A qué responde este movimiento cuyos destellos equidistan de un foco fijo? A medida que el lacanismo se institucionaliza[18] en el mapa local, la referencia de Lacan en escrita se cifra en el ensayo literario, tal como ocurre con el Escolio de Oviedo sobre la novela Baliene de Paul Gadenne.
Por la virtud de la partícula ex, Lacan ex-siste y no depone sus armas. Cuanto más lejos de la burocratización menos probabilidades tendrá el texto de Lacan de perder su humor, de quedar sin su faceta irónica. Incluso aún más, la cita lacaniana se vuelve a recrear con discreción de inexistencia, evitando que el discurso se apacigüe con un metalenguaje.
De idéntico modo, la referencia a Lacan queda incrustada en la nota de Oviedo sobre el artículo “La civilización finiana” de Alberto Savinio, donde refiere que:
(…) es asimismo autor de una Nueva Enciclopedia redactada tal vez para contribuir al estallido del saber humanista –bolsa donde se pudren silenciosamente amontonados unos sobre otros los cadáveres de las sucesivas y renovadoras concepciones del hombre (Lacan[19]). (Oviedo, Antonio)
En el exquisito texto de Savinio se desliza una subjetividad, la cual se define por su “diletantismo”[20]. Los finianos ignoran la alegría ya que son los representantes desorientados de la civilización del Siglo XVIII. Tal vez esta Nueva Enciclopedia de Savinio, notablemente subrayada por Oviedo, hecha con los restos del saber humanista sea un texto precursor de la Academia Lacaniana[21].
Tras caminar tres décadas, escrita prosigue su conspiración a destiempo y como esa civilización de diletantes avanza a la vez en forma subterránea y a la vista de todos. A través de su poder de ilectura, escrita conquista la terra incógnita de sus nuevos lectores, poniendo en cuestión a la comunidad y a sus dictados del sentido común. En manos del imprevisible lector queda el acto fallido como apuesta del deseo no prevenido. La comunidad de lectura adquiere una extraña vida asociativa. Una vida asociativa sin socios.
Este ejemplar facsimilar se ofrece al lector como un escalón para entrar a ese extraño discurso, sin escaleras preestablecidas, llamado psicoanálisis. Intensa dicción escrita donde poeta y poema se intercambian.
Lector, ahora la suerte está de tu lado.
César Mazza[22]
Notas:[1] Entre 1976 y 1983 la Argentina padeció la más sangrienta dictadura militar.
[2] Su opera prima incluye dos relatos “Último visitante” y “Señor del cielo”, publicada a finales del ’75. “La mayoría de los ejemplares se perdieron cuando reventaron la casa de Burnichon”. (Cf. “Serpenteo y penumbra…Conversación con Antonio Oviedo en la Revista Exordio. El psicoanálisis en la cultura nro 1 –Córdoba, 2009 Cizalla ediciones- y www.sinthomaycultura.com)
[3] En una declaración a la prensa sentenciaba que: “(…) a fin de que no quede ninguna parte de estos libros, folletos, revistas (… ) para que con este material no se siga engañando a nuestros hijos (…) “De la misma manera que destruimos por el fuego la documentación perniciosa que afecta al intelecto y nuestra manera de ser cristiana, serán destruidos los enemigos del alma argentina”. (Declaraciones de Luciano Benjamín Menéndez, Diario La Opinión, 30 de abril de 1976).
[4] Cf. Se puede considerar en estos autores el doble aspecto de la escritura entre líneas. Eludir la persecución y explotar “un campo mucho más rico en recursos”, diría Lacan, es el juego con la escritura, lapsus, equívoco o el calambur.
[5] Cf. Esta referencia será llevada a la práctica por el staff de redacción de la revista Literal (Buenos Aires, 1973-77). Por ejemplo en su último número se cifra en la tapa qui de uno dicit, de altero negat y en el apartado “El juego de las exclusiones”. Literal despliega el tema de una nueva ética engendrada de la poética del estilo de Lacan, la ética del bien decir. A su vez, Jean-Claude Milner planteará que esta clase de escritura tiene su articulación en Lacan con el lapsus o agudeza jugada en una tirada única, “para desalojar la doxa adormecida de su lugar de reposo” (Milner, Jean-Claude La Obra clara, Lacan… Ed. Manantial, Bs. As. 1996).
[6] Y en cierto sentido se podría afirmar, como se lee en la nota introductoria del texto de Paul Celan (escrita 5), que el topos de toda la literatura produce una inadecuación, un “máximo desarreglo” con la realidad de las cosas.
[7] Desde esta perspectiva, una bandera se relaciona con la definición del “emblema” desarrollada por Oviedo. Refiriéndose al problema de la letra y la imagen, el autor describirá la función de los emblemas. Derivados del verbo griego emballesthai o epemblesthai y que significa “incrustar” alcanzan una versión moderna de los jeroglíficos que los renacentistas le atribuían la expresión de una sabiduría oculta. (Oviedo, Antonio “Escritura/Pintura: una pintura” en escrita 6).
[8] Articulación que se ubica plenamente en la línea del estilo antitrágico, Mock-heroic de Jacques Lacan.
[9] Escritor, ensayista y psicoanalista, discípulo de Oscar Masotta, reside en España entre 1979 y 1985 donde prosigue su formación viajando a París con analistas de la Escuela de la Causa Freudiana. Ya radicado en España realiza un par de viajes a la Argentina. En agosto de 1980 es invitado por la Escuela Freudiana de Córdoba a dar una conferencia que llevó por título “Malentendido”.
[10] Nos referimos a la publicación de Oviedo y Oscar del Barco en la revista Literal (Bs. As. 1973-1977). Oviedo publica su relato “La sala azul” en el número 4/5 (noviembre ’77) y del Barco un relato que lleva como título “Golpe ciego” en el número 2/3 (mayo ’75). Asimismo, se pueden ubicar algunas comparaciones: en Literal se publica la clase “Sobre El barroco” del Seminario Encore de Lacan y su poema “Hiatus irrationalis” de 1929, versión establecida por Masotta. En escrita además de la clase “La función de lo escrito” de Lacan se publica el poema “Soledad” de Masotta.
[11] Cf. Fitó, José Luis. “Para una historia del Psicoanálisis en Córdoba” en Revista El psicoanálisis en el siglo N° 2, Córdoba, 1993 y Nro. 4, Córdoba. 1995. y en “De a una. Primeras revistas lacanianas en Córdoba” en Revista Exordio Nro.3. Ed. Cizalla ediciones, Córdoba 2011.
[12] Las vías de ingreso formalizadas son: Masotta, Althusser, Francheri y Cafferata. Cf. Ordóñez, Pilar y colaboradores, “Relatos de la Historia del psicoanálisis en Córdoba” en revista Temas de Historia de la Psiquiatría Argentina Nro. 31. Ed Polemos Bs.As. 2012. Asimismo, este artículo retoma la tesis de las “vías de ingreso” de Rosa López en su libro El estilo en la transmisión del psicoanálisis. Ed. Topía Editorial, Bs.As.2000.
[13] Cf. Las Bienales de Córdoba en los ’60. Arte, Modernización y Guerra Fría (Rocca, Cristina Córdoba: Ed. Facultad de Filosofía y Humanidades. UNC. 2005) y “Nosotros desmaterializamos. Conversación con Roberto Jacoby” en Exordio. El psicoanálisis en la cultura Nro.3. Ed. Cizalla ediciones, Córdoba 2011.
[14] Según Giordano (Giordano R. El lacanismo en Córdoba. Revista Analítica del Litoral. Santa Fé 1995. N° 5. Pág. 25-36.1995) con este nombre (Ateneo Psicoanalítico de Córdoba) se diferenciaban de la Escuela Freudiana de Buenos Aires fundada por Oscar Masotta en 1974. Como así también, según Novotny (Novotny M. “Apuntes acerca de las particularidades de una historia” en Revista Analítica del Litoral. 1996. N° 6. p.60) se resguardaban del significante Freud, riesgoso para la época y el momento que vivía el país: “El paso de Germán García por Córdoba, no fue sin consecuencias, que van mucho más allá de las renuncias. Fue el primer Grupo lacaniano de Córdoba con maestro reconocido, a cara descubierta. La ‘pluralidad’ del Ateneo, incluía la prohibición del líder, a cambio del cual usábamos el nombre. Conmovió entre nosotros y entre nuestros alumnos certezas y lugares instituidos, que hacía a lo que llamaría nuestra ‘prudencia infatuada’” (María Esther Novotny de López, Op.Cit.).
[15] Asimismo, a través de un texto enviado desde Barcelona García plantea que “Esto quiere decir: no esperar nada, no mendigar nada, no hacerse esperanza de nada. No ser pedagogo, no ser terapeuta. Ser un analista, una especie surgida del texto de Freud. Pero como dice J.A. Miller, quien supone ser un analista siempre no lo será nunca. A la inversa, quien nunca lo supone suele serlo muchas veces” (García, Germán “Salutación” en Revista Conexiones del psicoanálisis Nro.1, Córdoba, junio de 1980).
[16] Cf. la investigación que lleva adelante Diego Isso en el Comité de Redacción de la Revista Exordio. El psicoanálisis en la cultura en una apartado denominado “De a una” en los números 3 y 4 respectivamente.
[17] Se trata de la clase “La función de lo escrito” del Seminario Aún. En ese entonces sólo circulaba una versión artesanal del Seminario de Jacques Lacan, es en estas condiciones que se publica.
[18] Nos referimos al Ateneo Psicoanalítico de Córdoba y al desembarco de la revista Littoral. En el año 1986 se publica el número 7/8 de la Revista del Ateneo Psicoanalítico de Córdoba. La línea que transita la revista se trasluce en su editorial y en la entrevista realizada a Colette Soler. La revista Littoral, órgano de la école lacanienne de psychanalyse (fundada el 17-11-1985 en París, Francia), es una colección que inicialmente selecciona textos de la Revue de Psychanalyse Littoral dirigida por Jean Allouch. El primer número de la revista francesa aparece en el año 1981. La revista publicada en Córdoba llevará como título Lacan Censurado, traducción del artículo de Allouch, publicado originalmente en el número 13 de la Revue de Psychanalyse Littoral.
[19] La cita corresponde al Seminario de Jacques Lacan libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica.
[20] Esta configuración que se abre con el definido diletantismo es un precedente de los que habían preferido no avanzar. En la Nouvelle “Comienza el eclipse” (Oviedo, Antonio 2011), estos especimenes son los que se instalan en el lugar de los ex: partícula que designará una nueva subjetividad sustraída de las buenas formas siempre redondas, de la normalidad establecida por la fuerza de la costumbre o los imperativos de la conveniencia.
[21] “Esta comunidad no toda, comunidad sin ternura, a menudo rencorosa, cuenta entre sus miembros –que no son miembros porque esta comunidad no es un conjunto, mucho menos una asociación-, cuenta entre sus miembros que no son tales, con los mejores conocedores del mundo del Seminario de Jacques Lacan.” anunciada por J.-A. Miller en sus Cartas a la Opinión Ilustrada, París 2001.
[22] Agradezco la inestimable colaboración de Pilar Ordóñez, Carlos Gazzera, Diego Isso, Blas Ordóñez y Mari Hechim.