Un antídoto
Es evidente, se nos impuso una medida de cuidado, de protección denominada cuarentena. Consecuencia insoslayable de la pandemia. No interesa juzgar aquí si está bien o mal esta medida. Tal vez lo que interese es ver cómo a cada uno le toca. Es de destacar que previamente a esta medida generalizada existió y tal vez siga existiendo otra cuarentena descrita en un personaje, el lector precoz, del libro Trance, especie de glosario de la experiencia de la lectura (Alan Pauls, Ed. Ampersand, BA abril 2018).
En la página 98 se refiere a la lectura como un “virus temporal”. “Las lecturas prematuras, como las mujeres que no son ‘de nuestro tipo’ según Proust son las peores –es decir las más determinantes- porque toman al lector de sorpresa”. Es decir, las mejores. El lector tocado de esta manera carece de los anticuerpos para poder defenderse (traducción a su sistema de referencia inmunológico), entonces “Todo ‘lo que no se entiende’ sea lo que sea, cae de inmediato en cuarentena, acusado de opaco, inútil, secundario, no pertinente o, lo que es peor, perjudicial.” Pero, a la inversa de una medida protectora, esa cuarentena es inútil porque el cuerpo del lector ya está afectado. Mejor dicho, esa cuarentena le dará la excusa perfecta para ocuparse sin justificarse en un oficio o en una beca del orden de lo ilegible, de lo absolutamente inútil. Poder de la ilectura dirá Jacques Lacan tal vez contagiado por la lectura de Philippe Sollers. “Sólo ese resto hermético, indescifrable, que sacude, hunde en el pasmo o deja perplejo, separa a la lectura de la única experiencia con la que no debería confundirse: una satisfacción – un hobby del gusto-, y le inyecta ese virus temporal que hará de ella un verdadero objeto de deseo: residualidad”.
César Mazza.
Psicoanalista, director de exordio y sinthomaycultura.
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“Psychanalystes pas morts, lettre suit!” (Lacan, 1974)