- Tres intentos de escribir sobre Gombrowicz
Qué muestra más viva del exotismo, definido por Masotta en su texto sobre Arlt, que el desembarco infortunado y de consecuencias imprevistas del escritor polaco en la Argentina, año 1939. Aquél crucero, quizás insustancial, termina convirtiéndose por el poder de la guerra desatada en Europa, en la estadía obligada de 24 años a la que se introduce poco a poco Gombrowicz, conde excéntrico y transterrado, hacia un relativo “acriollamiento”, marca que expone el mote americano de “Witoldo”.
Se puede leer que en 1975 Lacan dijo: el destino está trenzado porque hablamos, o más bien, somos hablados y la trama, que se arroga una coherencia hasta para las casualidades, no cesa de escribirse. La Mano, la que trama un destino del viaje insólito que W.G. tiene enfrente, lo deposita sin soltarle en la Pampa lejana, a merced de su retórica de la forma, en su única patria posible, la que viene comiendo como una mandíbula de hierro su ímpetu literario. Así la forma se subvierte desde el mismo corazón, una mácula interior que encuentra el ámbito propicio para desnudar su primigenia podredumbre, la que habita las junturas con que acarreamos nuestra existencia. Y crece como un hongo salvaje, como una fiera trágica. En la obra de Gombrowicz, tiene pasos de comedia. El exotismo busca la forma, la voluntad de su literatura se deshace por alcanzarla, y se resuelve en el puro impulso de un exquisito estilo.
Ferdydurke (nombre propio, alter ego) hace así las veces de un síntoma que retorna, para ser vivido en carne propia, por fuera de la elucubración libresca, en esa juventud tardía con la que, quien sabe, no esperaba tener que transitar en su camino hacia el Parnaso de la literatura.
¿Para quién escribo?, se pregunta el aristócrata de pluma intratable. Escribe contra las palabras muertas, porque el verdor demoníaco de la juventud que lo obsesiona es, de la pulsión, la metonimia. La indefinición como programa de una obra o broma recurrente. Ante el inefable cimbronazo del corte de la suerte, que bien podría ser el destino en su más tenaz jugarreta, se enamora sin amor de la catástrofe; Yo, Ferdydurke, el artista ante el espejo de su obra o sombra.
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2. el contenido funesto de una carta
El exotismo es entonces el acto de fundar una correspondencia inédita, velada en la evidencia, a dos sistemas simbólicos que pueden existir en paralelo. Eso es una creación de quien se arroga tal derecho. Y he ahí que tal colisión del discurso se relaciona al arte de una interpretación.
Capítulo VIII de Ferdydurke, La compota: el ámbito es la familia Juventona, donde Pepe se hospeda en su novel y anacrónica condición. La colegiala, esfinge de la modernidad, es ensalzada por sus padres, pues es la portadora de anheladas fantasías. Ella lleva adelante el programa de una dama entrada en años que aspira a revitalizar su decadencia biológica incitándola a las más aventuradas licencias que la vida moderna exige:
–Zutka, ¿Quién era ese muchacho que
te acompañaba a la casa? Si no quieres, puedes no contestar. Sabes que no te controlo en nada (…) ¿A lo mejor tienes una cita con él, Zutka? ¡Perfectamente! ¿A lo mejor quieres hacer con él una excursión en bote por todo el día? ¿O quieres pasar el weekend con él y quedarte toda la noche?…
Y el padre, que también está en la misma línea:
– ¡Claro está que no hay nada de malo en eso! Zutka, si deseas tener un hijo natural, ¡sírvete nomás! ¿Qué hay de malo? El culto de la virginidad de acabó…
Entonces Gombrowicz/Pepe tiene la clarividencia de una lógica subvaluada, en que la alusión al hijo natural es la carta robada, la aspiración profunda, el ansia de ubicarse en la vanguardia de una época de ebullición: gozaban de la idea de este engendramiento atrevido, insolente, entre los arbustos, para vivir, por interpósita persona, así como cuentan las novelas modernas.
En ese punto es que Pepe vierte, con un murmullo, aquella esfera informe, nauseabunda, que se oculta en pos de la buena forma:
En vez, pues, de acercarme a la idea desde su lado verde-azul, orgulloso, fresco, me acerque de su lado miserable. Y…qué…el niño es un niño, pensaba, imaginándome el parto, la nodriza, las enfermedades, las suciedades infantiles, los gasto y también que la criatura con su calor infantil y la leche aniquilarían muy pronto a la muchacha, transformándola en una madre pesada y tibia. Por eso expresé de modo miserable, mental, inclinándome hacia la colegiala:
-Mamita…
La jugada está hecha, la carta llega a destino y la escena se derrumba desde su propio vientre, vórtice significante que apunta a l´obrescéne, la otra escena, vale decir, la-obscenidad.
3. Berg
3. Berg
La interpretación toca al tramado subyacente, el que a partir de ese momento comienza a tambalearse. No necesita sin embargo que la palabra vertida sobre el discurso sea esclarecedora; más bien se diría que la ambigüedad le da alcance y potencia. Pero no ha de venir de cualquier lado; se erige desde las entrañas del discurso sostenido. No es cualquier palabra, es un término eficiente. Claro ejemplo de tal momento es lo que se puede leer en algunas páginas de la novela Cosmos.
¡Berg¡ dice León. Jaculación, misterio, sinsentido. Moneda de uso privado. De repente, Witold encuentra el momento: ¡Berg! responde, halla una función para tal término de lalengua, del cual no se puede dar cuenta por la vía del sentido, pero sí de su resonancia:
Aquello dio en el blanco. Se quedó estupefacto por el hecho de que aquella palabra le llegara del exterior. Se sorprendió. Es más, mirándome fijamente a los ojos, masculló: -¿Qué sabe usted?
Es la perfección en la interpretación: qué significa; no tiene la menor importancia. Lo que cuenta es la sacudida que produce en el que la recibe, como un disparo del cazador en un claro. El rebote es una risa desmedida y elocuente.
La interpretación, para la que Lacan en su texto La Tercera destina la dignidad del Ready Made, consiste en hallar un uso hiperbólico a un término acuñado en la intimidad del discurso, y ello se mide por su efecto disrupti
vo y quizás virulento.
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Un Exilio premeditado
El Coloquio Gombrowicz dejó en el aire una atractiva idea argumentada por Nicolás Hochman, quien desplaza a W.G. de la figura del exilado heroico a la de un inmigrante polaco, algo que en sí tiene olor a premeditación. Un Exilio Premeditado, pero con todo lo que se pone en juego en el cuento incluido en Bakakai, Crimen Premeditado. La lógica es contundente, incontestable y sin embargo…los hechos no la acompañan. Las casualidades, la inexplicable falta de preparación, los nulos recaudos…los hechos.
Gombrowicz viaja, es un hecho, sin mayor preparación, como un pasajero más en un crucero que lo traería de vuelta a su tierra en algunas semanas. Cercado subjetivamente, decide quedarse en la tierra inhóspita, en el mismo borde, tambaleante, en un litoral del no terminará de desprenderse mientras dure su estadía.
Hochman dice: ¿esto es todo?, hmmm…
Se tensa así el ambiente, LA Biografía, cuestionada, comienza a balbucear, a mirar desorbitada: ¡¿Cómo se atreve?!
Provocar un escándalo es oportuno en ciertas ocasiones, anota el Juez de Instrucción, y con eso evoca sin intención un aspecto de la interpretación en el sentido analítico,
en la ética que traduce lo que se padece en lo que se deduce.
Hochman dice: Hay una mentira original, a partir de ahí, Gombrowicz se construye el Exilio.
Por supuesto que para un lector de Gombrowicz esto no es una dificultad real: Hic Rodhus, Hic Salta, lo que no puede ser removido puede ser asaltado, es el adagio que trajina todo el relato y el mismo corazón de la exposición de Hochman. Aunque, el corazón es un término demasiado amplio, hasta podríamos decir un concepto simbólico:
.¿Qué corazón? Sabemos cuán confuso, cuán complejo puede ser un corazón. Un corazón es un saco que puede almacenar un cúmulo de cosas: el frío corazón del asesino, el corazón del libertino reducido a cenizas, el corazón fiel de la mujer enamorada, un ardiente corazón, un corazón ingrato, un corazón celoso, un corazón vengativo, etcétera.
El concepto es llevado en un nuevo nivel, donde halla una articulación inusitada, y asalta la lógica de los hechos, desplazándola.
Una vez desprendido de su carril originario, los encadenamientos se suceden:
El suicidio es diferente; un hombre se mata y todo sucede en su interior. Así es el parricidio, donde, después de todo, es la propia sangre la que comete el crimen.
El 17 de abril de 1977, Lacan dice:
No es del lado de la lógica articulada –aunque a veces resbale en ella- por donde hay que considerar el alcance de nuestro decir.
A partir de ahí, todo cobra un carácter desbordante y al mismo tiempo preciso: El crimen real es cometido siempre por el espíritu, los hechos no son más que una deferencia del criminal. Fórmula que de alguna manera, los de la estirpe de un Auguste Dupin quizás encontrarían acertada.
Lo cierto es que la lógica de los hechos es asaltada y desplazada hacía una nueva forma de entender lo concreto e incuestionado hasta entonces: Gombrowicz miente, y sus razones se tornan menos creíbles. Gombrowicz crea pluma en mano, y en su determinación nos hace creer en su exilio premeditado.
Así introducida la marca de la escritura, la forma busca explorar sus posibilidades, despliega la retorica como un topo ciego y subterráneo, hasta encontrar un punto de inmersión de donde destilar el mito que le conviene.
Entre la memoria y la invención, el escritor se mueve como un pez.
En todo caso, lo que enuncio es que la invención de un significante es algo diferente a la memoria (…) ¿Por qué no inventariamos un significante nuevo? ¿Un significante, por ejemplo, que no tuviera –como lo real- ninguna especie de sentido? (17 de mayo de 1977)
Tratar a Gombrowicz como un perro, ¿por qué no? (un perro llamado Gombrowicz, Echar a Gombrowicz a la calle, El escritor que se muerde la cola…) Después de todo, Gombrowicz siempre es un artista que muerde la mano del lector.
Andrés Petric
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