El siguiente escrito desarrolla el tema del lazo en la comunidad analítica, específicamente en el dispositivo del Cartel propuesto por Jacques Lacan. Ante el interrogante ¿Cómo provocar en la comunidad analítica la división subjetiva de las agrupaciones sostenida por la conexión fantasmática?, nos preguntamos qué consecuencias podríamos extraer de la lectura de este texto para pensar qué es investigar en los múltiples espacios del Instituto que, si bien no se confunde con la Escuela, también tiene sus bordes y puntos de empalme con ella.
De la soledad al pacto de la contra-novela
Al inicio del capítulo 73 de Rayuela, que es el primer capítulo de la novela anacrónica, Julio Cortázar narra aquello que arde sin tregua en el sujeto y lo hace incurable. El párrafo completo contiene abundantes metáforas: fuego sordo, fuego sin imagen, quemadura dulce, circuito ciego. Alegorías que remiten al cuerpo como sede de lo incurable. ¿Y qué esboza el autor? ante lo incurable de estas “sustancias pegajosas que nos retiene de este lado y que nos arderá dulcemente hasta calcinarnos” (388). Diseña un pacto con las criaturas pálidas y sufrientes, trabando amistad con las porteras o bien corriendo al engaño entre ecuaciones infalibles y maquinas de conformismo. Un pacto tranquilizador, que se puede ubicar en la trama de cada novela familiar, ante la incurable soledad que agujerea al sujeto.
En el mismo capítulo se puede extraer otro tipo de pacto, definido como una invención hecha de escritura. Julio Cortázar, en una entrevista realizada por Joaquín Soler Serrano en 1963 – conductor del programa A fondo – le gusta definir a Rayuela como lo hizo una parte de la crítica literaria: como una “contra-novela”. Porque trata de introducir otra manera de contacto entre la novela y el lector. Específicamente resulta una tentativa para modificar la actitud pasiva del lector. Una propuesta discontinua que posibilite la admisión de otras aperturas para que el lector pueda crear un mundo diferente al clima narrativo que propone el autor. Ejemplo de ello, es el tablero de dirección que propone romper con la lectura lineal. Invitando al lector, como le gustaría a Cortázar a “una suerte de polémica en ausencia”, tomándose la libertad de dejar una parte del libro y retomar otra, leerlo en otro orden, o bien tirarlo si no le gusta. Un ejercicio de lectura abierta al accidente que “aparentemente desacomoda el curso previsto” (Mazza, 17).
Julio Cortázar decía que su tentativa de contra-novela había quedado más como una expresión teórica ya que en la practica la mayoría de los lectores la habían tomado como una novela. Se puede decir, que por más que Cortázar grabe en la estructura narrativa el estilo del lector salteado, para lanzar un pacto que provoque aperturas, a fin de cuentas, el lector cede a las sustancias pegajosas que se imponen siguiendo su propia lógica.
Esta compulsión a la repetición del lado del lector, que lo arroja a la soledad, que impide sostener la ilusión de acceder nítidamente al campo de la objetividad, deja un saldo, del cual, se puede o no, aceptar las consecuencias.
La posibilidad de que dicho pacto se instale dependerá, en parte, de que la verdad que alimenta la novela familiar ya no tranquilice ni resulte útil, cuyo efecto instala al sujeto en el malestar de la cultura.
Sociedades de Asistencia Mutua
En el I Seminario de Texto: La dirección de la Cura, organizado por el Colegio Freudiano de Córdoba en mayo de 1992, Jacques-Alain Miller -al final de su intervención- plantea el atravesamiento del fantasma como un modo de percibir que uno es el propio autor de ese Otro del que se ha sentido amado u odiado. Que el Otro no exista más que en la dimensión de la invención de cada sujeto, resulta la ficción más inquietante. Por más que el sujeto se vuelva contemporáneo de los problemas e impasses de su propia generación, al fin y al cabo, está solo.
Miller plantea que si se forman comunidades analíticas es para olvidarse de la verdad a la que conduce la lógica del psicoanálisis lacaniano: la no relación sexual. Y no por estar consustanciados de estos preceptos teóricos, los grupos analíticos resultarían ser la excepción a la regla. En este sentido, Miller considera a todos los grupos analíticos que participan del movimiento de una Escuela: “sociedades de asistencia mutua contra el discurso analítico” (30). El contrapunto a esta conclusión lo formaliza con la siguiente afirmación en forma de interrogante: “¿cómo se transmitiría el psicoanálisis sino a través de esas agrupaciones?” (30).
Entonces, no existiendo otro lugar para dichas agrupaciones que la Escuela, como refugio ante el malestar en la cultura, Miller cierra con una cita de Virgilio: “cada uno esta llevado, y está traído por su goce” (30).
El que siempre haya una pérdida es lo que a cada sujeto lo enfrenta a un vacío, a una insuficiencia de cierre, a una soledad incurable. Cuestión que permite delimitar la comunidad analítica como un conjunto de miembros establecidos en torno a un elemento que no se encuentra, que no se puede decir, pero que a la vez permite que dicha comunidad se establezca.
Si en teoría la comunidad analítica conforma un conjunto hueco que se forma a partir de la falta de un significante e impide que se totalice en una enseñanza dogmática, en la práctica, el conjunto se aborda desde la problemática del goce. A falta de un significante que fije la identidad del sujeto cobra relieve la conexión fantasmática, el plus de goce con que cada sujeto adhiere a dicha comunidad. En este sentido, la soledad ya no remite al que sufre de una carencia significante sino a la presencia del goce autoerótico que se pega y sostiene la debilidad mental. Desde esta perspectiva ¿cómo provocar en la comunidad analítica la división subjetiva en las agrupaciones sostenidas por la conexión fantasmática?
En el texto Cinco variaciones sobre el tema de “La elaboración provocada” Miller toma la expresión “la elaboración provocada”, forjada por Pierre Theves para formalizar la función que debería ocupar y desempeñar el “más uno” para que el cartel marche. Dicha función es doble. Por un lado, hace función de la falta en tanto se cuenta en el Cartel como uno más que trabaja y lo descompleta en la posición de un agente provocador que hace trabajar al sujeto, dejando por sentado de que si hay un llamado al trabajo es porque la verdadera vocación es la pereza. Esta función se dirige a producir el efecto del sujeto dividido. Pero para que del cartel cada miembro obtenga un saber no alcanza con obtener la emergencia del efecto subjetivo. Para ello hace falta que cada miembro tenga su propio rasgo. Miller, en este nivel considera al cartel como un enjambre de S1, como un ramillete que hay que juntar. Así, la función del más uno es “hacer que cada uno entre con un rasgo propio, puesto en valor como tal. Es la condición para tener un trabajo que produzca saber”. Esta lógica hace que el sujeto tenga estatuto de S1, y que dicho rasgo que implica a cada miembro funcione, “a partir de sus insignias y no de su falta en ser”. A ambas lógicas Miller las nombra invirtiendo su orden: trabajo de trasferencia (efecto sujeto dividido) y transferencia de trabajo (obtención de saber).
Entonces, ante la soledad, ante lo incurable que vuelve autista al sujeto, que lo hace entrar y salir de una comunidad ¿cómo obtener la división subjetiva y un saber en la formación del practicante-analista, sino a partir de una “elaboración provocada por el significante de la transferencia”?
La posición del Murciélago versus la política del Avestruz
En Fundamentos de la Clínica Analítica, Germán García plantea el peligro al que se enfrenta todo grupo analítico cuando no puede hacer valer afuera lo que domina en su interior. Germán García toma como referencia la cita de Lacan en la que plantea al silencio como uno de los síntomas que surge cada vez que los psicoanalistas se vuelven impermeables a toda dinámica que exige la demostración de una enseñanza. Dicho silencio constituye el privilegio de las verdades no discutidas y la solución que plantea para evitar dicho efecto de grupo, que no es otro que reproducir la novela familiar, resulta la siguiente: demostrar en el afuera a sabiendas que “el analista no puede afrontar la prueba fuera de la extraterritorialidad pero a su vez tampoco la puede negar, entonces la niega y la afronta como puede, es decir, tiene una doble pertenencia” (20). Esta salida la toma de la posición del Murciélago bajo el signo de la doble pertenecía. Doble pertenencia que permitiría al sujeto mantener una posición inasible.
Dos posiciones distintas ante lo que no se puede decir. La primera haciendo un llamado al silencio y la segunda apelando a la demostración mediante el equívoco.
En la fábula del Murciélago y las dos comadrejas, la táctica que ejecuta el murciélago ante el peligro de ser devorado por las comadrejas, no consiste en afirmar su identidad, ni en apelar a la certeza, sino en recurrir a la mentira para evitar la muerte. Lo que hace, es dar una imagen inacabada de sí mismo. Haciendo uso del equívoco significante remite a la comadreja a una segunda significación cuyo efecto es descompletar la primera que desencadena su impulso asesino. Esto es: las alas del murciélago le permiten presentarse como pájaro cuando está a punto de ser devorado por haber sido identificado como ratón y la ausencia de plumas le permite pasar por ratón y zafar de ser engullido como pájaro.
Siguiendo la comparación se podría articular dos tipos de comunidades analíticas ante la problemática del goce: las comunidades del silencio y las comunidades inquietantes. Las primeras guiadas por la política del avestruz determinadas por la identificación y el reconocimiento, que se expresa en una lucha por puro prestigio en función de gozar del privilegio de las verdades no discutidas. Las segundas, apostando a la posición del murciélago, se esfuerza por sobrevivir a las pasiones del yo, cuyo trabajo sostenido bajo sus insignias se anticipan en la acción sin saber la verdad, para luego demostrar la lógica del acto. Dos maneras de tratar la soledad incurable que retiene al sujeto de este lado y que arde dulcemente hasta calcinarlo.
*A once años de publicado el presente trabajo en Blog Rene, de la Biblioteca y Archivo del Centro Descartes, he retocado un punto sobre la doble función del Más Uno en el Cartel. Dicho texto es un ejercicio de escritura sobre dos modos de tratar lo incurable en la comunidad analítica. Se dirige al dispositivo de trabajo del cartel propuesto por Lacan para los practicantes del psicoanálisis. Cómo salir de la pereza, de la novela emplazada en la docta cordobesa. Lo incurable se presenta en términos de soledad y sustancias pegajosas traducidas por la falta de significante y la presencia del goce. De ambos tratamientos se destaca la posición del murciélago y la elaboración provocada del Más Uno, cuyo ejercicio podría conmover la adherencia que constituye el pacto del practicante con aquellas máquinas imaginarias de conformismo y efectos silenciosos del standing.
Bibliografía
- Cortázar, Julio.“Capítulo 73”. Buenos Aires: Ed. Sudamericana S.A., 1995.
- Cortázar, Julio. Entrevista televisiva realizada por Joaquín Soler Serrano, “A fondo” en el año 1963. Fragmento de la entrevista en: https://www.youtube.com/watch?v=DDkSZFDP9Mc
- Mazza, César. “Instructivo”. La lectura y sus dobles. Córdoba: El Espejo Ediciones, 2005.
- Miller, Jacques-Alain. “Intervención” I Seminario de Texto: La Dirección de la Cura. Córdoba: Editado por el Colegio Freudiano de Córdoba, 1992
- Miller, Jacques-Alain. “Variación II – Una elaboración siempre es provocada” Cinco variaciones sobre el tema de “La elaboración provocada”. En https://eolcba.com.ar/wp-content/uploads/2017/06/f-Cinco-variaciones-J.A.-Miller-.pdf
- García, Germán. “Clase del 23 de noviembre de 1995”. Fundamentos de la Clínica Analítica. Tucumán: Otium Ediciones, 2007.