Puntos de venta: E.O.L., C.I.E.C., El espejo, Rubén Libros y otras liberarías especializadas.
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– Aquí las imágenes de la presentación de exordio 7/8 –
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Nota Editorial
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Dobles
Oscar Masotta en su Cuarto intento frustrado de escribir sobre Roberto Arlt se pregunta “(…) existirá la anécdota en la que Arlt se muestre capaz de mimar con su propia vida la estructura interna de las situaciones claves de sus novelas” (84). Masotta, quiere demostrar la conexión entre la vida y la obra del escritor y la encuentra en una anécdota donde el hombre se hace idéntico al estilo de su escritura. Pero el hombre que se produce en la escritura ya no es el fantasma del hombre. Montaje estándar de escabeles dispuestos a exhibirse en la tienda de los escaparates: lo bueno, lo bello y lo verdadero. En el anecdotario de Arlt, más divulgado por el sistema literario, “se verá el aspecto del hombre que acentúan. Una imagen pintoresca, coloreada, un muchacho un poco revoltoso, un poco inconsciente, o bastante, pero de buen talante, preocupado y serio, talentoso y pobre, incapaz de molestar en serio a nadie, sobre todo porque nadie podría sentirse en serio molestado, por un muchacho así preocupado por ganarse el pan, por mejorarse, por ser alguien, inventor o escritor …” (Masotta, 84).
En la versión de este hombre, imposible encontrar el lugar decisivo de su obra en la que, por ejemplo, un humillado, humilla, delata, traiciona, golpea o asesina a otro humillado. Por su parte, Masotta rescata la anécdota donde la ficción es el artífice. En la escena, Arlt ya es un hombre adulto, está conversando con unos amigos en la calle y de repente se aparta, les pide que lo esperen un momento. Se dirige hacia un edificio donde se encuentra el portero, cuando se acerca a menos de un paso de distancia se detiene y acercando su cara a la cara del hombre, escupe.
Masotta, tal vez para no exasperar al lector, se pregunta si se trata de una estética del Feísmo. Pero esta clasificación es insuficiente ya que menoscabaría lo más singular del estilo. La literatura de Arlt, responde Masotta en descargo del escritor, no es una literatura de la buena forma, de lo lindo, en todo caso trata de lo lindo envenenado. Arlt, quiere mostrar a sus semejantes, con este agravio inesperado a un pobre portero, que él mismo, en tanto autor, no ignora su obra. Curiosamente Masotta compara el acto de Arlt con la posición de distancia irónica que adoptan algunas culturas, mal llamadas primitivas, respecto de la mirada que pueden hacer de ellas los etnólogos. Como consecuencia de esta distancia, de la versión que los individuos tienen de sí mismos, estas comunidades demuestran que se conocen más de lo que el etnólogo cree conocerlos. En las novelas de Arlt los personajes son anarquistas pero al revés. No ejercen la violencia hacia los poderosos, los de arriba, sino que se convierten en los verdugos de los de abajo. Al trastocar la idea que podemos tener, por ejemplo, del lazo social, la poética arltiana sacude nuestro confort de lectores “al reconstruir con sus actos particulares, de individuos singulares y concretos el sentido de la escalera jerárquica de verdugos y víctimas que la sociedad sostiene en el anonimato general” (Masotta, 85).
Que la vida de la obra se confunda con la del autor señala el aspecto performativo de una ficción. Singular forma de crear donde la obra adquiere la función de escabel que sirve para elevar la vida del parlêtre a la dignidad de la Cosa. A diferencia del desgano o confort que acompaña una lectura estándar, teñida a veces de moral, en la lectura que instala Masotta se encuentran las claves de una obra que se hace con el cross a la mandíbula, con las esquirlas del acontecimiento de cuerpo.
Esta perspectiva punchy-language nos permite redoblar la apuesta y ensayar otro ejemplo: una intervención de Jacques-Alain Miller.
“Ya me pasó una vez de sentir que estoy haciendo un pase en público –lo dije– en Buenos Aires, después de uno de mis enojos en público. No hay registro, nadie volvió a hablar de ello después, pasó como un tiro, como entra una carta en el buzón, excepto que esta carta nunca llegó.
Presidía la exposición de un colega que aprecio mucho; Germán García, que quiero, es un escritor cuyo estilo, cuya frase en español me gusta, y había en el fondo de la sala tres señoras que hablaban y el eco llegaba adelante pese a ser un aula con cerca de quinientas personas, se escuchaba la charlita de estas tres señoras.
Estaba sobre la tarima extremadamente molesto de que no se escuchara a mi amigo y de que estas señoras hablaran entre ellas y creo que me levanté discretamente y fui a verlas, rabioso, para decirles que se callaran la boca. No las toqué, no las brutalicé, pero dicen que cuando estoy así, doy miedo. En todo caso, una de las señoras se cayó al piso de sobrecogimiento. Y casi empieza a correr el rumor: “Miller asesinó a una mujer” (Todo el mundo es loco, 63)
Tal vez el impacto de esta intervención en la escena de la enseñanza radique en que se efectúa de una forma idéntica a la interpretación analítica. J.-A. Miller en otra oportunidad, también en Buenos Aires, desplegará el aspecto de acto, de arte de dar respuestas, de dar réplicas “sobre el pucho” (en estricto lunfardo) que define a la interpretación. La interpretación entonces es una arte de la improvisación, a nivel de la táctica como acto libre. Convendrá al analista “tener ingenio, una presencia de ánimo y una disposición serena” para saltar como el león, sin reglas conocidas, según la ocasión. El jugador tendrá que estar en condiciones para entrar al juego. Por supuesto que la posibilidad de entrar al juego dependerá del trayecto singular en el que cada uno se encuentra en su formación. Es de destacar la marca y el estilo: “Suelo soñar que me ayuda en mi profesión mi gusto por el teatro, la comedia clásica y el esgrima de las réplicas brillantes” (Miller, “Intervención sobre la interpretación”, 50). En esas Conferencias Porteñas J.-A. Miller se explaya respecto de la exquisita práctica de la interpretación. Al diferenciarla de la cortesía y de la buena educación, subraya la irrespetuosidad de toda interpretación. El analista no puede interpretar guareciéndose en el hábito de civilidad. No se trata tampoco de que sea grosero. No, para intervenir en la ciudadela que protege el goce más arraigado del síntoma es preciso algo inhabitual, una delicada brutalidad. Esta indelicadeza es una cuestión de tacto y de táctica puesto que se realiza acorde a la medida en la que el otro pueda soportar la potencia del decir. No se trata de sacudirlo, sino de sacudir en él al amo que lo comanda, se trata de que el analizante escupa sus propios significantes. No hay estándar posible de cómo actuar en cada ocasión, por la sencilla razón de que la interpretación depende de lo que se le ocurre decir al analizante. Luego de desplegar las coordenadas de la interpretación encontramos la siguiente afirmación: “Quizá sorprenda si digo que en mi práctica de la interpretación no me siento infiel a la irónica rebeldía del ´68. Como superyó auxiliar lucho contra la rebeldía del superyó arcaico, anticuado” (50)
Entonces, la marca es el resto de una ecuación personal, huella de ese superyó arcaico. El estilo, en cambio, es la estetización de la marca en un discurso, lograda por defecto. Delicada brutalidad, finos retoquecitos de lalengua que son el hombre mismo. La marca de un estilo incidirá en la manera de instalar el discurso, porque si dependiera de la exhibición de una posición personal no alcanzaría a emplazarse. El psicoanalista, propondrá Miller se define como objeto nómada y el psicoanálisis como una instalación móvil, susceptible de desplazarse a nuevos contextos. Instalar el psicoanálisis de esta manera implica, entre otras cuestiones, que el analista-sinthome esté dispuesto a intervenir en la clínica clásica, pero también en aquella en la que se presenta a flor de piel el inconsciente real.
El Programa al que pertenece exordio protagonizó la concreción de algunos hechos durante el 2015/16. Como en los relatos en que el narrador general es a su vez uno de los personajes de la novela, nos declaramos al mismo tiempo parciales/imparciales ante lo sucedido. Aceptamos la tirantez que se desprende de este desdoblamiento. El doble, esa figura inquietante que por momentos amenaza la vida de quien se cree amo de su cuerpo y de su identidad, en otro momento será una salida. En la comedia de errores, el doble, porque llega después del primero, es el que siempre se adelanta al hecho. Perturbación y sorpresa para el hábito que hizo del monje un ser previsible.
Esta entrega de exordio 7/8 ensaya, en esta ocasión, captarse como doble. Los artículos que leerán, enrollados en el envase de esta revista, como esos mensajes lanzados al mar, tal vez encuentren la virtud de la diosa botella de Felix Klein. Extraña propiedad, la de esta botella, en la que pasa adentro lo que está afuera y en su interior cabe el mar. Ojalá, la vida del Programa pase a los escritos y viceversa.
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César Mazza
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